Por la mañana

Morrito plateado viene a verme. Tiene los ojos grandes y redondos, son alegres; una catarata blanca que forma un pequeño lago sobre su trufa le cae por en medio, me huele y me empuja con el morro. “Hazme caso”
Enseguida se vuelve a ir, cada día pasa más rato durmiendo.
Tumbada con las orejas tiesas recuerda levemente a Anubis, respira despacio, duerme de nuevo.

El terremoto, como siempre, está a mis pies. También duerme, pero está atenta como si de ello le dependiera la vida. Ronca con suavidad.

This entry was posted in Perros. Bookmark the permalink.